Gran Dolina superior, el quirófano

A medida que los periodos geológicos se van superponiendo unos sobre otros como capas de una lasaña italiana, nuestro Rhino del TD4 en Gran Dolina queda sepultado bajo las toneladas de toda esa sedimentación que en eterna batalla la meteorología y la geología surcan por el interior del karst, rellenando entre ambas los huecos existentes durante los últimos cientos de miles de años. Mismo color, diferentes tonalidades, distintos materiales, pero todos arrastrados hasta el desesperante reposo que les tiene ahí desde que el agua los dejó. Cuando uno sube por el mecanotubo para ver la parte superior lo primero que tiene que tener claro es que se sube MUCHO. Grosso modo unos 20 metros. Todo tiembla, pero es el precio que hay que pagar para disfrutar de las vistas. No todos los días uno está frente a frente con un corte estratigráfico tan bien «pintado» en la roca. Definitivamente, merece la pena.

Vista general de Gran Dolina superior
Vista del yacimiento desde el espectacular andamiaje que se eleva unos 15 metros hasta el nivel de la excavación.

La parte superior de la cueva visible era de una extensión tremenda. Unos 110 m2. Una declaración de intenciones pasivo-agresiva: “como entréis aquí, tendréis para rato”, parece decir el yacimiento. Los miembros del equipo de investigación de Atapuerca recogieron el guante sin miedo hace décadas, y sólo tuvieron que transcurrir unos años para darse cuenta de que las piedras ya les habían advertido sobre ello. La cueva tenía razón: toda esa superficie de excavación es ingobernable. Así, en el año 2020, los investigadores deciden dividirla en dos. Y también que una de ellas la excavarán cuando terminen de bajar en la otra. Así comienza la fiesta en la parte seleccionada: un área de 32 m2.

Intentando contarlo como se lo contaría a un niño de 5 años, antes de ser lo que hoy vemos, la cueva —de unos 25 m. desde el fondo (TD1) hasta el techo (TD11)— se va llenando desde una boca ubicada a algo más de media altura, que conecta la cavidad con el exterior. Por ella comienza a entrar sedimento, cogiendo altura. Poco a poco se van conformando los niveles. TD1, TD2, etc… hasta que el sedimento llega al nivel del propio acceso de sedimentos, cegándose por completo la cueva durante cientos de miles de años. Ese acceso está a la altura del nivel TD8, y desde ahí hasta el techo queda vacía. Tiene que pasar mucho tiempo para que esa entrada sellada se erosione lo suficiente como para que pueda volver a entrar material, rellenando lo que queda hasta el techo en lo que terminarían siendo los niveles TD9, TD10 y TD11. Resumiendo mucho: cuanto más arriba está un estrato, más cercano está en el tiempo a nosotros.

El corte visible donde decidieron bajar después de partir en dos el yacimiento es espectacular. Ahora, en el nivel TD8 y casi-casi llegando a TD7 como puede apreciarse en la imagen superior, los científicos están confirmando que es un nivel muy rico en toda la macrofauna típica de la sierra (ciervo, caballo, bóvidos) y también osos, hienas y rinocerontes. Hasta el año 2020 no aparecieron las primeras evidencias humanas en forma de industria lítica, algo que hace pensar en la época de despoblación predominante por toda Europa hace aproximadamente 500.000 años. Lo que está claro es que el nivel TD8 no es un campamento como se observó en los niveles TD6 (800.000 años del Homo antecessor) o en TD10. Nos cuenta Andreu Ollé, investigador del IPHES y uno de los responsables del yacimiento, que el punto en el que se encuentran ahora les está sirviendo para re-escribir algunas de aquellas hipótesis que hicieron allá por 1994 cuando se empezó la intervención en el emplazamiento y cuyo registro fósil era realmente limitado. Podría decirse que todo lo encontrado ahora serviría para confirmarlo con datos, estadísticamente. Si bien es poco diagnóstico por ahora a nivel de homínidos —solamente se ha encontrado una pieza de cuarcita y no existen muestras de procesado en los huesos de fauna aparecidos—, el nivel TD8 alberga mucho resto paleontológico. La tecnología actual resulta maravillosa a la hora de clasificar todos esos fósiles. Marina Mosquera, la otra investigadora del IPHES responsable del yacimiento y que será una de las personas que estará al frente del Proyecto Atapuerca cuando el triunvirato actual se retire en 2024, nos mostró cómo el etiquetado de los restos encontrados que en otros lugares se hace por los métodos tradicionales, ahí se hace electrónicamente. La clasificación queda así registrada de manera uniforme.

Entre Gran Dolina y Gran Dolina superior queda el nivel TD7, también muy rico en fósiles, pero muy duro geológicamente hablando, será muy lento de excavar. Andreu nos explica que es complicado estimar cuánto tardarán en completar esos 40 cm. que separan a los investigadores del TD6. «Quizá dos años, si todo va bien», aunque como dijo varía mucho de un extremo a otro de la cueva. Por supuesto, se excava siempre con extremo cuidado, pero la incursión en TD6 cuando lleguen habrá de ser quirúrgica. Esto ha de ser así por ser un yacimiento único en el mundo. Será entonces cuando se vuelva a la parte superior del TD10 para empezar a trabajar en la parte que se dejó sin tocar. 

El paso del tiempo para nosotros, simples y pequeños homínidos que estamos de paso en la Tierra, es inasumiblemente rápido si lo comparamos con los millones de años de los que se habla alegremente en el entorno de la Fundación Atapuerca. Pensadlo por un momento: alcanzar los 100 años es algo excepcional en la vida de un humano, contra los millones de años que nos llevan contemplando desde cualquier lugar al que vayamos. Nuestra existencia es apenas un suspiro al lado de las rocas que llevan viendo pasar el tiempo en la sierra, y precisamente por eso es importante la transmisión del conocimiento a lo largo de las generaciones para que lo que se ha descubierto sobre cómo evolucionaron nuestros antepasados no quede en el olvido.

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