Siglo XVII. Pisa (Italia). Durante buena parte de su vida ha decidido explicar las cosas que observa. Ir más allá. No fiarlo todo al dogma, a lo que otros dicen que tiene que ser. Galileo Galilei es un ejemplo perfecto de hombre de ciencia. La observación, el ingenio, la conclusión y el conocimiento adquirido. La emoción de aplicar un conocimiento pensando en lo que te puede llegar a proporcionar. Él iba para médico, pero enseguida le dice a su padre que abandona la carrera, que eso no es para él. A él lo que le gusta es otra cosa. En un tiempo en el que hay muchas cosas que no se pueden decir alegremente en público, el genio italiano es capaz de contradecir a Aristóteles (!!!) y preguntarse por el motivo que hace que los objetos caigan libremente en función de sus masas y no de una aceleración constante. Que una pluma llegue al suelo después de que lo haga cualquier otro objeto mundano que se deje caer a la vez desde la misma altura. Preguntárselo ya tiene mérito, pero investigar para demostrarlo es lo que marca la diferencia. Lleva tiempo dándole vueltas al tema. Interminables ratos entre sus cotidianos quehaceres como profesor de Matemáticas en la universidad, docenas de anotaciones que van a la chimenea y unas pocas que quedan sobre el escritorio. Mañana y tarde. Y noche… cuando no sale a observar el cielo. Así, Galileo termina concluyendo que debe ser por la resistencia que cada cuerpo ofrece al aire que rodea todo; aunque no lo deja por escrito.

El evento es conocido gracias a la biografía de un alumno suyo, un tal Viviani. Según esa fuente, el profesor subió a lo alto del Campanile pisano y dejó caer dos bolas de artillería de pesos significativamente diferentes, pero esféricas las dos.
Alguien que es capaz de ingeniar un artilugio con el que puede observar cuerpos celestes y desmontar las teorías milenarias de los antiguos pensadores clásicos, pues tiene cierto reconocimiento implícito a lo que plantea. Falacia ad autoritas, sí, pero vaya, que si la sustentas con argumentos tan bestias como descubrir montañas en la Luna, nuevas estrellas, los satélites Galileanos —ejem— de Júpiter, observar manchas solares para demostrar que el Sol rota o aplicar el método científico para confirmar las fases de Venus… pues si plantea que los cuerpos caen a distinta velocidad por el rozamiento con el aire, hay que tomárselo en serio.
[Aprovechemos este post para desmentir que Galileo Galilei muriera en la hoguera condenado por la Inquisición. El juicio existió, y de hecho parece que la famosa frase “Eppur si muove” también la pronunció. Pero su condena fue un arresto domiciliario que devino en un enclaustramiento en el convento de Sta. María sopra Minerva cercano a su hogar en el que anduvo jugando de pequeño y donde terminaría falleciendo de muerte natural. Con este otro dato seguramente podáis sacarle una cerveza a vuestro cuñado.]
La dedicación de Galileo Galilei a la ciencia debió de ser enorme, o al menos eso se diría a tenor de su aportación total definitiva, bestial se mire por donde se mire. Sus descubrimientos trascendieron lo imaginable en aquel entonces, y hoy es el día en el que Galileo está en la cabeza de todas las personas que alguna vez hemos husmeado los principios de la ciencia. Sea como fuere, tanto contribuyó al desarrollo que merecía homenajes, libros y demás menciones siglos después. Lo que seguramente no esperase el propio Galileo es que estaría en los pensamientos de las personas que salieron rumbo al mundo más cercano que tenemos. Y es que, tal día como hoy en el año 1971, durante la misión Apolo 15 del programa espacial de la NASA, el comandante Dave Scott, se había tomado la molestia de llevar a la Luna una pluma de halcón (de unos 30 gramos) y, utilizando también uno de los martillos de geólogo (de 1,32 kg.) que tenían, llevó a cabo uno de los experimentos más bellos que el ser humano haya hecho jamás, convirtiendo nuestro satélite en un peculiar laboratorio. Aquel niño estadounidense al que le gustaban las películas de aviación había conseguido llegar hasta la Luna y honrar la memoria de Galileo con ese simple y tan científicamente impecable homenaje.
«En mi mano izquierda tengo una pluma, en mi mano derecha tengo un martillo. Supongo que una de las razones por las que hemos podido llegar aquí es gracia a que un caballero llamado Galileo hizo un descubrimiento muy significativo sobre la caída de objetos en campos gravitatorios, y qué mejor lugar para confirmar sus hallazgos que en la Luna.»

Para ello solamente necesito saber cómo aprovecharse de que nuestro satélite no tiene atmósfera para confirmar o desmentir la manera en la que influye el aire de ella en la caída libre de los objetos. Básicamente, trataba de corroborar lo que Galileo intuyó hace 400 años. La aceleración de la fuerza de atracción gravitatoria es siempre de ~9,8 m/s2 ; sin embargo, el genio italiano se preguntó por qué entonces unos objetos llegan antes al suelo que otros, concluyendo que no es la masa lo que les hace llegar antes o después, sino la resistencia que oponen al aire durante la caída. Una manera “moderna” de visualizar el experimento es dejar caer a la vez dos objetos con grosera diferencia de peso entre ellos metidos en sendas cajas exactamente iguales. La resistencia que opone cada caja al aire es la misma, y la gravedad es constante… así que las dos cajas llegarán a la vez al suelo. [Espero que aproveches este dato para ganarle otra cerveza a tu cuñado.]
Durante la misión Apolo 15 hubo hitos fascinantes como el ser la primera vez que se usaba el rover lunar LRV (Lunar Rover Vehicle) para que los astronautas pudieran abarcar una superficie de exploración muchísimo más grande de lo que había sido posible en anteriores misiones (el sistema de descarga del vehículo lo puedes ver en este vídeo ). Los tripulantes del módulo lunar Falcon pasaron más de tres días en la superficie lunar, hicieron tres actividades extravehiculares acumulando un total de más de 18h y recogiendo casi 80 kg. de muestras. Gracias al LRV recorrieron más de 28 km. por la superficie lunar —algo más que reseñable si se compara con los 3 km que registraron los de la misión Apolo 14—. También supuso un récord en tiempo de órbita, en peso orbitando la Luna y alguna otra serie de tecnicismos que no vienen al caso. Podéis ver los highlights de la misión en este enlace (en perfecto inglés) .
Se trató de una operación con algunas similitudes a lo que la NASA ha conseguido el año pasado con la exitosa experiencia marciana del rover Perseverance y su compañero de viaje, el mini-helicóptero autónomo Ingenuity, (si queréis saber más sobre ellos lo conté aquí). La Apolo 15 también fue la primera misión de la NASA en la que durante el descenso al océano Pacífico uno de los tres paracaídas falló, dando por bueno el concepto de “factor de seguridad”. Los tres astronautas resultaron ilesos de aquel splashdown y fueron correctamente rescatados por el operativo desplegado en el barco HSS Okinawa.
