La paciencia, una habilidad fundamentada a base de registrar patrones en la memoria gracias a la cual no tienen que acechar la cueva constantemente. A veces puede que ellos mismos, el grupo, estresen y acorralen al ciervo, caballo o bóvido de turno hacia la trampa natural para que termine accediendo a su interior. Con ese trabajo hecho, ya solamente es cuestión de esperar en algún lugar apacible de la sierra de Atapuerca. En otras ocasiones saben que tarde o temprano ocurrirá: un gran cérvido, un bóvido o incluso un lobo se acercará por pura curiosidad y caerá, porque no sólo los gatos curiosean. La caída en la sima es dramática, mortal de necesidad. En ese caso la cosa requiere estar pendientes de los moribundos lamentos. Uno de los miembros de la tribu se suele encargar de acercarse a la cueva para ver cuál será hoy el menú del día. Un bicho que tendrán que descuartizar previamente para no tener que transportarlo por completo hasta el campamento donde lo ingerirán.
El lenguaje corporal y una suerte de sonidos (que no sabemos si son un lenguaje en sí mismo o no) alertan a sus congéneres para que se vayan aproximando. Los primeros carniceros de la historia son hombres multitarea que dejan lo que están haciendo y se van levantando para adentrarse en la cueva a través de una pequeña cavidad. Pasan horas y horas despedazando las extremidades de los cuerpos en el interior de La Galería. Los encargados de hacerlo incluso dejan sus herramientas de trabajo en la propia estancia para no tener que andar yendo y viniendo con ellas. Son gente práctica. Bifaces y hendedores de gran tamaño desperdigados entre los costillares y cráneos desechados en anteriores ocasiones, como si fueran los juguetes de un niño por el salón de casa. Unas carcasas corporales, costillas y vértebras abandonadas de las que suelen dar buena cuenta carnívoros y carroñeros. Para entendernos, lo que estos homínidos aprovechan son principalmente los jamones del animal y sus cuartos delanteros, a menos que el peso de la presa permita cargar con ella de una pieza. Una vez procesado, el botín es trasladado al lugar donde el resto del grupo sigue a lo suyo, fabricando y desarrollando herramientas y útiles del denominado Achelense. Raederas, puntas, bifaces y otro tipo de utensilios realizados principalmente en sílex y cuarcita.
El yacimiento de La Galería es mi favorito de todos los de la sierra. Uno de los motivos es la visualización tan buena desde el exterior de lo que es una “trampa natural”. La intervención humana durante los trabajos en la Trinchera del Ferrocarril ha dejado para el visitante la sección perfecta en la que percibimos una forma similar a la de un enorme calcetín, con una entrada en vertical de varios metros de altura y una cavidad de techo abovedado en el fondo que, hoy en día, también sabemos que se introduce en la montaña en el plano horizontal varios metros más. La sedimentación cayó desde el acceso natural superior durante cientos de miles de años desde que pasó toda esa historia ficticia que abre este post, colmatando los accesos y congelándolos en el tiempo. Gracias a ello, hoy los científicos que se encuentran en las excavaciones de Atapuerca pueden desentrañar la maraña de datos que nos dejaron. Su lugar de trabajo es el salón donde aquellos carniceros desperdigaron sus juguetes. Bueno, no todos los científicos. Algunos ya están de salida, como en un segundo plano… y no hacen más que recordarlo en cuanto tienen oportunidad. Los tres co-directores de Atapuerca darán el relevo muy pronto a los que continuarán con su legado. Para muestra, la ubicación de José Mª Bermúdez De Castro, después de habernos dado la bienvenida en el parking, charlando con un reportero gráfico durante la explicación a los redactores de Isabel Cáceres (investigadora del IPHES de Tarragona) y Paula García Medrano (investigadora post-doctoral también del IPHES, especialista en industria lítica), responsables del yacimiento.





Galería es un yacimiento del Pleistoceno medio (entre hace 350.000 y 150.000 años). El período geocronológico en el que se está interviniendo esta campaña —en torno a los 300.000 años— tiene como elemento común con otros yacimientos de la península Ibérica la particularidad ya confirmada de que varios grupos dejaron diseminada información trascendental que hoy está sirviendo para cotejar las similitudes entre las formas de trabajar las herramientas que componían sus industrias líticas. En el caso concreto de Galería, sí que hay características muy parecidas, por ejemplo, con los elementos encontrados en el reciente yacimiento de Valparaíso, en palabras de Paula, su «kit industrial» era similar, con grandes conformados. Todo un mar de registros del que ya se ha desgranado que los habitantes del entorno del yacimiento son grupos preneandertales que mueren en la Sima de los Huesos.
Lo que sí que nos comentaron es que el ritmo de excavación de otros años está totalmente recuperado, tanto en número de personas como en tiempo de excavación. Después de dos años de pandemia con reducciones, están interviniéndose unos 40-45 m2 y hay once personas excavando desde el pasado mes de junio hasta finales de julio.
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