La mujer trabajadUra.

Mujeres en plena labor en la fábrica de uniformes
para el ejército de Solothurn.
Es fácil desmontar las teorías que afirman que la mujer sólo debe dedicarse a las tareas del hogar y a los niños “porque es lo que han hecho toda la vida”. Tamaña barbaridad suele salir de la boca de algún que otro ignorante, pero también es cierto que hay alguna que otra conformista que lo admite como unívoco. El pozo de la ignorancia es suficientemente grande y profundo como para darles de beber a todos. En definitiva, gente que no es capaz de mirar más atrás de lo que alcanza su vista, y que lo de la Historia le viene un poco grande. Vagamente recuerdan que los smartphones que tanto necesitan, así como todo el proceso productivo del que disponemos hoy en día, es tan despreciable en términos históricos como su opinión en los tiempos que corren.
Para ellos, seguramente acostumbrados a que les cocine una mujer, les lave y planche una mujer, les limpie el baño una mujer, y-todo-lo-que-sea-en-casa se lo haga una mujer (llámese madre o esposa) puede que les sorprenda que ese mundo que conocen lleva existiendo menos de dos siglos.  Desde la Revolución Industrial. Fíjate tú, el matiz: “toda la vida” vs. “toda mi vida”. Esa es la expresión correcta. Es muy posible que sus tatarabuelas realizasen, efectivamente, las tareas del hogar y cuidaran de los hijos, pero en aquella época el nivel de tecnología para las labores del trabajo en el campo cotidiano era exactamente el mismo que el nivel de estudios sobre la profilaxis: CERO. Sin embargo, sí que existía el huerto que había que trabajar sin importar lo que se tuviera entre las piernas porque de lo que se trataba era de alimentar las bocas que daban brincos por casa y jugueteaban por todos los pueblos de casi toda la geografía mundial. Así que mira por dónde, desde ese punto del árbol genealógico hacia atrás, NINGUNA de las mujeres de su familia tuvo la suerte de poder hacer sólo las tareas de la casa y cuidar de los niños. Todas ellas tuvieron que compaginar eso con ayudar en la medida de lo posible a su marido a alimentar el ganado, abonar, sembrar, recoger, comprar, vender, etc… y no te digo nada si el hombre fallecía  -entiéndase- antes de tiempo y se quedaba ella sola a cargo de todo. Tela.
La agricultura recaía de esta manera
sobre las mujeres no hace tanto.
Después de esta introducción, lo que quiero demostrarles a los obtusos de mente que siguen pensando en que debe ser así es que lo realmente anormal desde que el mundo es mundo es que las mujeres solamente se dedicasen a la casa y los niños. Como ya he comentado antes, desde el principio de los tiempos hasta la segunda mitad del siglo XVIII la mujer hacía lo mismo o más que el hombre por el bien común de la familia. En ese momento, la automatización y evolución de la producción en serie, sobre todo en la industria textil (que no viene al caso explicar), hicieron que los hombres tomarán fuerza en el mercado laboral debido al marcado carácter físico de muchos de los trabajos. Ahí radica la verdadera separación de lo que unos y otras hicieron de ahí en adelante. Con las máquinas haciendo en mucho menos tiempo lo que las personas tardaban horas o días, la desaparición de la mujer -sobre todo la casada- del mundo laboral era cuestión de tiempo. Y así fue como las señoras se quedaron sempiternamente en esas nuevas casas de ciudad a las que el éxodo rural hacia zonas industrializadas les hizo emigrar, llevando sus vivencias al ámbito meramente social cuando acompañaban a sus maridos.
Mujeres trabajando en una fábrica de armamento
del Reino Unido.
Y pasaron los años, las décadas, y hete aquí que estalló la 1ª Guerra Mundial, donde confluyeron dos grandes hechos que permitieron la reinserción laboral de la mujer: el primero y obvio de ellos, el alistamiento de hombres en todos los ejércitos implicados en la contienda que derivó en la contratación de mujeres en la industria armamentística (como se puede ver en la imagen), mientras que el segundo abrió de nuevo las puertas de la industria textil del que fueron apartadas antaño, la pura necesidad de fabricar trajes militares. Millones de trajes militares. El gobierno francés fue el primero en aprobar una ley en el año 1915 que establecía un salario mínimo para todas esas trabajadoras. Así las cosas, los empresarios se dieron cuenta de que había mujeres mucho más válidas que hombres desempeñando puestos similares y cuando acabó la guerra se vieron en la disyuntiva de tener que elegir si preferían recolocar a los hombres de la guerra o si seguían adelante con las mujeres ya que sus sueldos eran mucho menores y sus capacidades no diferían mucho de las masculinas. Como en todas partes, para gustos están los colores, y los empresarios conservadores prefirieron mantener la estructura antigua monosexista, mientras que otros adoptaron la posibilidad de que hubiera mujeres en sus fábricas por méritos propios. Se cumplen 100 años de aquella ley en Francia, pero lo que no pensaban en aquel momento es que en estos 100 años esos dos caminos siguen separados por lo cerrado de algunas mentes empresariales que prefieren seguir pagando más a los hombres por ser hombres, o dando menos a las mujeres por ser mujeres…
De lo que nadie habla es de que desde 1915, las mujeres que trabajan han tenido que seguir llevando la carga doméstica y maternal, mientras los “progres” que vamos llegando estamos intentando rebajar ese porcentaje de tareas.

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