El descubrimiento de La Paredeja tiene la mística que un yacimiento en la sierra de Atapuerca necesita. Para qué nos vamos a engañar. Con este hallazgo empiezo la serie de artículos de la visita al detalle que la Fundación Atapuerca coordina una vez al año para medios de comunicación en la que los co-directores (Eudald, Jose Mª y Juan Luis) y algunos de los diferentes responsables de los yacimientos nos cuentan qué se ha encontrado, cuál es la evolución de los emplazamientos desde al año anterior, qué esperan descubrir -casi fehacientemente- y con qué sueñan descubrir. En realidad, esa última pregunta saca a los niños que llevan dentro como escribiendo la carta a los Reyes Magos… todos utilizan expresiones como «estaría muy bien si…», «sería miel sobre hojuelas…», «supondría un verdadero éxito…». La verdad es que todos piensan en que sería (probablemente) el descubrimiento de su vida y borran mentalmente esas palabras que usan porque hay cámaras y grabadoras ON para, casi con toda seguridad, pensar «SERÍA LA HOSTIA». Sin embargo, ese entusiasmo cuasi-infantil con el que llevan toda una vida dedicada a la investigación de campo y de laboratorio les recuerda también que su esfuerzo ha valido la pena; les ha permitido ganarse un sitio para trabajar en el lugar en el que científicos del mundo entero pagarían por desarrollar su currículo.
Volviendo al lugar físico, conviene recordar que ese incansable trabajo para algunos parece que para otros es algo así como marcar una muesca más en su cinturón, y que sólo alguien con la retórica que envuelve a Eudald Carbonell podía descubrir un yacimiento de la manera en la que lo hizo con La Paredeja. En palabras de la responsable de campo: «Eudald vio los cortes (geológicos) de una vieja cantera de unos 8 m. de altura durante un paseo por la sierra de Atapuerca y encontró lo que parecían puntas de herramientas de sílex. Así fue…». Ahí queda eso. Además, con el extra de que -por su ubicación- en esos cortes estaríamos hablando de utensilios datados en el Paleolítico Medio (desde hace 150.000 a 30.000 años), es decir, la época de los Neanderthales, que como sabemos no era de las más prolíficas hasta el momento.
Se decidió limpiar la zona e intervenir. Primero con una pequeña parte del equipo, para escalonarlo y ver si realmente merecía la pena hacer una excavación del conjunto. A tenor de los resultados, parece mucho más fructífero de lo que Eudald vio en los tres niveles -que estaban muy sucios entonces-. Durante el «Día de medios», estaban en cuatro niveles y con muchísima densidad de hallazgos de lo que podían ser herramientas de Homo neanderthalensis.
Estaban queriendo verificar cómo se ha formado el depósito, y para ello recogían muestras que estudiarán durante el invierno en el laboratorio. Las ocho personas del grupo han estado durante toda la campaña (llevaban una semana y media), y después de la limpieza seguirán bajando niveles hasta encontrar la roca madre o ver el final del depósito. La secuencia a la vista son esos 8 metros, pero por abajo -debajo del suelo que pisábamos mientras nos lo estaba contando- puede haber otros tantos. Un nuevo tesoro por descubrir, sin ningún lugar a dudas.
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