“Aquí Gaviota, aquí Gaviota. Veo en el horizonte una raya azul: es la Tierra. ¡Qué hermosa! Todo marcha espléndidamente«. Así narraba Tereshkova su visión de la cápsula.

Hay hitos históricos diferentes. Diferentes porque no son suficientemente valorados. En el mundo del que venimos, y del que estamos muy poco a poco sacando la cabeza, todo era unidireccional. El hombre decidía el qué, el cómo, y el cuándo… porque lo regía todo. Desde los colegios a los gobiernos, pasando por las grandes empresas. Por eso, que de repente un gobierno demonizado por medio mundo decidiese dar protagonismo a la mujer en un ámbito absolutamente impensable en los años 60, tiene mérito. Mucho mérito. Eso es lo que hizo el gobierno ruso, Koroliov mediante, cuando en 1962 creó el cuerpo femenino de cosmonautas en el que se prepararía a cinco mujeres para futuras misiones espaciales de entre miles de solicitudes (aunque también hay que decir que por diferentes motivos, esa división fue disuelta en 1969).

Valentina Tereshkova era una joven apasionada del espacio, trabajadora en una fábrica textil de su localidad natal, a la que le gustaban la Historia, las matemáticas y la música, complementaba por la noche sus estudios de ingeniería. Después de conocer su historia, no deja de ser sorprendente enterarse de que padecía de vértigo… eso sí, para mayor sorpresa: tenía como hobby el paracaidismo. Quizá fue ese hobby lo que le dio los arrestos necesarios para que cuando rellenó la solicitud, lo hiciera convencida de poder cumplir las expectativas. Miles de rusas cumplimentaron esa misma solicitud, porque pensaron en la cosmonáutica como un despegue personal y profesional que les profiriera un cambio cuantitativo y cualitativo. La carta de Tereshkova fue una de las elegidas. Un par de años después de que Yuri Gagarin surcara los cielos esteparios en su escape de la gravedad terrestre, Valentina fue finalmente la designada por el programa soviético para dar otro zarpazo a los norteamericanos en la carrera espacial que estaba teniendo lugar antes los ojos de todo el mundo.

Los efectos de la Guerra Fría fueron sufridos incluso por su madre, ya que el secretismo era tal en aquella época, que durante el breve pero intenso período de preparación pensó que su hija estaba preparándose para ser paracaidista profesional hasta saber la verdad unos días antes del lanzamiento. Tras esa preparación, en la mañana del 16 de junio de 1963 se acomodó a bordo de la Vostok 6 con el nombre en clave de Chaika (Gaviota, en ruso) y despegó desde la base rusa de Baikonur. Un despegue tan brusco que la aceleración inicial provocó que su rostro se pegara -literalmente- con el cristal de la escafandra, detalle que contó a su vuelta al ser preguntada por el moratón de su cara. Durante los tres días que duró el vuelo, estuvo tanto tiempo vomitando y mareada que algunos de los hombres en tierra comenzaron a difundir el rumor de que había subido borracha a la nave. El gobierno soviético fue implacable con ellos, despidiendo a todos y cada uno de los que intentaron desprestigiar la hazaña. En la reentrada y aterrizaje, Tereshkova se separó de la cápsula y saltó a más de 6000 m. de altura para descender en paracaídas y tomar tierra en Karaganda (Kazajstán). Uno de los objetivos de la misión era, precisamente, comparar las capacidades de adaptación al espacio de las mujeres con las de los hombres, y en ese sentido, es cierto que haber ocultado a los superiores el vértigo que padecía pudo haber desvirtuado los resultados. Sin embargo, el resultado fue calificado de “positivo”. [N. del a.: El propio Koroliov decidió no darle el control de mando en vuelo, aunque no sé si por insubordinación o por esos problemas de salud.]

El regreso de Chaika a la vida en la Tierra fue duro debido principalmente a la descalcificación que sufrieron sus huesos, tanto que durante el primer mes apenas podía dejar la silla de ruedas. Después de esa experiencia, lo típico: entrevistas, viajes, conferencias. Sin entrar en detalles de su vida privada, sí me gustaría resaltar el espíritu de superación de Valentina. Durante el resto de su vida luchó por que al menos en Rusia la vida no tuviera tan marcado carácter patriarcal, y soñó con la paz en el mundo. Algo en lo que todos los que han “pisado” el espacio coinciden. Desde ahí arriba no hay fronteras. El planeta es solo un precioso hogar para todos nosotros. Y gracias a valientes como ella, el ser humano avanza poco a poco para que la vida en el espacio no sea algo tan inalcanzable. De ahí el título de esta entrada: “Valentí_a Tereshkova”.
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Fuente: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/terechkova.htm