GaLIGOpérnico

Se me juntó todo en apenas diez días, así que decidí buscar algo que los uniera… y  no se me ocurrió nada mejor, ni peor, que el título de esta entrada. 
Después de varios meses, el pasado 11 de febrero se convocaba a los medios de comunicación para lo que posteriormente ha sido denominado como el Nobel de Física más cantado de los últimos tiempos. La confirmación de la existencia de las ondas gravitacionales -a las que alguno ya otorga características cancerígenas (maldita ignorancia)- suponen un cambio de paradigma en materia de Astronomía que aunque Einstein lo definió con papel y boli hace cien años, no acabamos de conseguir “ver-escuchar” hasta septiembre del año pasado. Lo que el proyecto LIGO ha conseguido tiene valores intangibles para la mayoría de humanos del planeta, a saber:
(Foto: EFE)
 
– ¿Qué pasó?
– Había dos agujeros negros orbitándose mutuamente y se fundieron en uno.
– ¿Cuándo fue eso?
– Hace más de 1.000 millones de años
– ¿Cómo han confirmado que ocurrió?
– Por unas desviaciones que coinciden que se han detectado en dos observatorios -separados unos 3.000 kms. entre sí-.
– ¿De cuántos milímetros y segundos son las variaciones medidas?
– Los láseres son tan precisos que han detectado variaciones, en un tiempo de menos de 0,4 seg., de 0,000000000000000001 metros en 4000 metros de longitud que tiene cada brazo de los interferómetros utilizados.
– Todo muy loco ¿no?
– Bueno, todo es relativo… A mí me parece más loco que los políticos españoles hayan dilapidado miles de millones de euros para enriquecerse y que, lejos de devolver lo que han robado, no tenemos ni puta idea de dónde lo tienen.
LIGO es algo “entendible” si se usan términos de la calle o si te lo explican como a un niño de 5 años, pero yo no tengo ni los conocimientos como para explicarlo de manera sencilla, ni quiero quedar mal delante de los que los tienen. Hay un montón de blogs en castellano donde podéis echar un vistazo a las explicaciones con fotos, gifs y gráficos. Si no os queda claro, preguntad a los que saben, que seguro que conocéis a alguien que pueda haceros un par de dibujillos explicativos. Seguramente sepáis que un agujero negro atrapa lo que pilla, incluso otro agujero negro más pequeño, aunque se resista, y que por eso, porque se resiste, dan vueltas uno sobre otro hasta que se funden en uno solo. Pues eso es lo que se ha detectado y sirve para demostrar que Einstein tenía razón, y a partir de ahora la Astronomía comienza la Era de la Observación por Ondas Gravitacionales. Todo un mundo para niños-físicos con zapatos nuevos.
Nicolás Copérnico
Casualmente, ese inicio de una nueva era se ha dado a conocer en una fecha muy cercana en el calendario gregoriano con el nacimiento de los dos principales baluartes astronómicos en la revolución científica del Renacimiento. El primero de ellos fue Nicolás Copérnico, un hombre de letras que acabó encontrando algo que sabía que no le iba a gustar a las autoridades de la época. Copérnico nació un 19 de febrero en el seno de una familia acomodada. Huérfano desde los 10 años, un tío clérigo suyo se hizo cargo de él inculcándole un sentimiento por la Cultura que la haría dar con sus huesos en la Universidad de Cracovia. En el año 1496, con todo el mundo asombrado por el recientemente descubrimiento de las Américas, llega a Italia en pleno éxtasis renacentista para estudiar Derecho Canónico en Bolonia. Aprovechando la cercanía con otras ciudades, se decide a estudiar Medicina en Padua y cuando acaba la carrera se doctora en Derecho Canónico por la Universidad de Ferrara en 1.503. Con ese bagaje, vuelve a Polonia, donde su tío -ya obispo- le coloca como consejero de su propia corte episcopal. Quizá animado por el espíritu polímata de los grandes nombres renacentistas, se interesa por los clásicos sistemas de astronomía y llega a desarrollar una nueva teoría que le pone entre la espada y la pared. Su sistema heliocéntrico, basándose en datos de un pasado lejano y aceptados de manera dogmática porque no rompía ninguna de las servidumbres humanas para con Dios, fue expuesto por primera vez en 1.507. Le bastó con profundizar un poco en el registro de observaciones para darse cuenta de que el sistema ptolemaico no se soportaba: constató que la Tierra no era el centro del Universo, y que, de hecho, giraba junto con el resto de planetas alrededor del Sol. Esa demostración le sirvió como trampolín dentro del panorama astronómico, y eso que el número de copias que se circularon de aquellas afirmaciones fue relativamente testimonial. Copérnico, sabiendo lo que se jugaba si sus descubrimientos llegaban a las manos equivocadas, decidió convertirse en una suerte de agujero negro de información, no dejando desde entonces que sus investigaciones circulasen para poder seguir inmerso en las observaciones que le permitieran concluir su trabajo. Y vaya si lo consiguió…
Rheticus
En 1.512 se traslada a Frauenburg (Alemania) después del fallecimiento de su tío, donde desempeñará su labor como canónigo… curioso, acabar siendo canónigo en un sitio que se llama la “Ciudad de las Mujeres”. Pasaron 20 años hasta que sus ideales heliocentristas fueron presentados al Papa Clemente VII -contextualizando, fue el Papa que provocó el cisma anglicano negando primero el divorcio a Enrique VIII de Catalina de Aragón para volver a casarse con Ana Bolena y excomulgándole después rompiendo así toda relación de la iglesia de Inglaterra con la iglesia católica… y en esas estamos hoy todavía-. Sus conclusiones no sientan del todo mal entre algunos de los cardenales, y varios años después, en 1.536, le piden que publique sus descubrimientos que por aquel momento estaban ya redactados en el “De revolutionibus orbium coelestium”. Redactados, pero no enviados a imprenta aún… así de receloso estaba. El astrónomo protestante Rheticus acabó finalmente convenciéndole de publicarlo apenas unas semanas antes del propio fallecimiento de Copérnico. Algunos creen que consiguió convencerle diciéndole -y haciéndolo- que sus estudios serían planteados como una hipótesis.
Galileo Galilei
El otro genio, al que hoy en día seguimos recordando con cierto coraje por cómo acabaron sus días, es Galileo Galilei. Nació un 15 de febrero en Pisa, pero después de ciertos vaivenes familiares su padre decidió que lo mejor para la familia era mudarse a Florencia, donde Galileo fue enviado al monasterio de Sta. Mª de Vallombrosa. Al igual que Copérnico, comenzó a estudiar  Medicina porque así lo quiso su padre, para lo que tuvo que volver a Pisa, aunque como suele pasar algunas veces, las malas compañías le hicieron abandonar los estudios. En su caso, esas malas compañías fueron, ni más ni menos, que las Matemáticas. Sí, has leído bien. Comienza a interesarse por el campo de las matemáticas, y deviene profundizando también en la Física ademas de en la Literatura (al fin y al cabo, todo buen científico necesita verbo suelto para expresar con palabras lo que descubre con hechos). Lo increíblemente novedoso de Galileo es que comenzó a aplicar la observación, midiendo los resultados obtenidos de condiciones experimentales controladas en una época en la que la Ciencia era totalmente especulativa. No se consideraba nada que contraviniera los dogmas establecidos por Dios o por los antiguos escritos greco-romanos. Mientras trataba de conseguir un puesto como docente en las universidades de Bolonia y Padua, se ganaba la vida dando clases particulares tanto en Florencia como en Siena. No deja de ser curioso que Copérnico ya estuviera estudiando en ambas unos años antes; finalmente es en su Pisa natal donde consigue plaza en el año 1.589. Sin embargo, en 1.592 le asignan la cátedra en la Universidad de Padua y durante aproximadamente una década disfruta aplicando ese “método” desarrollando una serie de ideas y estudios sobre el movimiento que utilizará en sus “Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias”.
Acuarelas de las fases de la Luna.
¿Cómo fue posible que Galileo observase la Luna, las fases de Venus o los cuatro satélites jovianos? Todo comenzó durante un viaje a Venecia en el verano de 1.609, en el que le hablaron de un nuevo invento que un holandés había mostrado al príncipe Mauricio de Nassau: el anteojo. Galileo enseguida se dio cuenta de las posibilidades que tenía aquel aparato y centró sus esfuerzos en mejorarlo para convertirlo en un conjunto de lentes, literalmente, en un telescopio. En medio año de trabajo, consigue crear un aparato que en apenas un mes le proporciona datos suficientes para confirmar que sus observaciones tenían más cabida bajo el paraguas heliocentrista de Copernico que bajo el vigente sistema ptolemaico. Descubre que la Luna no es una esfera perfecta (tal y como atribuía Aristóteles al global de los cuerpos celestes), descubre que cuatro satélites orbitan alrededor de Júpiter (por lo que ya no todo el Universo giraba en torno a la Tierra) y descubre también las fases de Venus, con lo que no le queda más remedio que considerar sus resultados como una confirmación empírica del heliocentrismo copernicano. Se vio en la necesidad de compartir sus descubrimientos y para ello escribió el “Sidereus nuncius”, escrito a la atención Cosme II de Médici. Incluso en el documento denomina “planetas mediceos” a los satélites jovianos en un intento por dulcificar su regreso a la Toscana en un futuro, y sabedor de que, tras sus confirmaciones, la Inquisición -mucho más presente en la monarquía toscana que en la república veneciana- podía, como años más tarde hizo, juzgarle por ello.
Academia dei Lincei
En septiembre vuelve a Florencia para quedarse. Con un control cada vez mayor de sus avistamientos, viaja a Roma para enseñar a Francesco Cesi las observaciones de unas manchas que vio en el Sol y que el jesuita alemán Scheiner afirmaba que eran cuerpos celestes interpuestos entre él y la Tierra en una publicación que vio la luz más o menos a la vez que la de Galileo de 1.613 (tuvieron serias contingencias por ello). La demostración galileana acabó convirtiéndole en miembro de la que se considera primera sociedad científica de la historia: la Accademia dei Lincei. Con una trayectoria como la suya, sigue escribiendo y observando todo cuanto puede hasta que en 1.613 publica la “Historia y demostración sobre las manchas solares y sus accidentes”. Ese escrito fue la gota que colmó el vaso y lo que la Inquisición acabaría considerando como prueba años después. En aquel momento, y desde hacia casi diez años, Kepler ya había recibido en una carta de Galileo todas las conclusiones que le hicieron darse cuenta de la importancia de tener un buen telescopio. Durante los años posteriores a la publicación, los comentarios y críticas a su trabajo no hicieron sino aumentar las ganas de Galileo por explicar que ciencia y religión debían desligarse de una vez por todas. En un intento por conseguir apoyos nobles, escribe la “Carta a la señora Cristina de Lorena, gran duquesa de Toscana”, pero le sirvió de poco ya que era una gran devota. A pesar de que el pueblo entendiera sus explicaciones, la Iglesia le reclamó en 1.616 una que pudiera dejar el caso cerrado sin que llegara la sangre al río, o la carne a la hoguera mejor dicho. El tribunal no aceptó las evidencias y, más aún, el 23 de febrero declararon como “falso y opuesto a las Sagradas Escrituras” el sistema heliocentrista e invitaron a Galileo Galilei a no enseñar públicamente lo copernicano.
El cambio de Papa hacia uno más condescendiente y tolerante que el que había hizo que los académicos le dedicaran incluso una de las publicaciones del pisano: “El ensayador”, fruto de otra de sus refriegas ideológicas con otro miembro del clero. Las consecuencias de la llegada de Urbano VIII, una situación proclive a la transigencia que Galileo aprovechó para editar en 1.632 el “Dialogo sobre los dos máximos sistemas del mundo”, donde Simplicio y Salviati defendían los principios aristotélicos y los de nuevo cuño respectivamente para que Sagredo se formara una opinión en base a ellos. Obviamente, a la Iglesia no le gustó nada que Salviati quedara por encima de Simplicio y un año después Galileo acabó de nuevo citado en Roma para, esta vez sí, sufrir la ira del tribunal. Le condenaron a prisión perpetua por desacato de la admonición de 1.616, después de un humillante interrogatorio que duró 20 días. Dicen que fue ahí donde, después de renunciar tal y como le habían pedido, pronunció la famosa frase “Eppur si muove!” mientras golpeaba el suelo con el pie. Como castigo piadoso, y dada la edad que tenía no pisó la cárcel, y fue una especie de arresto domiciliario en su casa de Arcetri, cerca del convento donde había ingresado y fallecido años atrás su hija favorita. Allí, con el peso de los años, medio ciego y con artritis, consiguió acabar la obra en la que abrió las puertas de la Matemática y la Física aplicadas al movimiento: “Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias referidas a la mecánica y a los movimientos locales”. Murió de muerte natural, la madrugada del 9 de enero de 1.642.
«Galileo ante el santo oficio» por Joseph-Nicolás Robert-Fleury
Espero que este repaso a las biografías de dos grandes mentes os haya gustado. Ha sido pura coincidencia de fechas lo que me ha hecho escribir esta entrada. Una de las primeras cosas que pensé al enterarme de que los interferómetros del proyecto LIGO habían detectado la fusión de dos agujeros negros en uno solo fue que a lo mejor uno de ellos era Copérnico y el otro Galileo, ¿os les imagináis? agarrados de las manos dando vueltas y vueltas uno sobre el otro hasta fundirse en un estruendoso abrazo. Sus vidas tuvieron algunas cosas en común, y ambos supieron anteponer el nombre de la Ciencia al de la fe. Sería Newton, entre otros, quien cogiera el testigo para seguir ayudándonos a entender todo ese Universo de lo que estamos rodeados.

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