Spielberg, Egipto y OSIRIS-ReX

Si hay alguien visionario en el cine, quizá se llame Steven Spielberg. Director, productor, pero sobre todo “imaginador”. Historias increíbles trasladadas con entusiasmo a la gran pantalla para sorprender al personal. Siempre con el radar encendido. ¿El objetivo?: captar el nicho de mercado cinematográfico pendiente de disfrute. Creo que es precisamente ese sexto sentido el responsable de que se le haya elevado a los altares del mundo del celuloide en cuanto a películas inimaginables se refiere. Tiene mérito encontrar eso. Pero tiene más mérito conseguirlo con los medios de los que disponía cuando lo hizo en sus inicios. Para entenderlo en el contexto históricode nuestro país podríamos decir, por ejemplo, estas tres situaciones: cuando en España la infame dictadura que aprisionó al país daba sus últimos coletazos con la muerte del Caudillo, él fue capaz de transmitir pánico en “Tiburón” (1975) o nos traía del espacio los “Encuentros en la tercera fase” (1977), cuando aquí estábamos ilusionados con la Copa del Mundo de fútbol y Naranjito nos parecía lo más, él se inventó la humanización de “E.T. El extraterrestre” (1982), y mientras en España seguíamos de resaca con la tripada de medallas de Barcelona ´92, él recreaba en la gran pantalla la utopía científica por antonomasia: la clonación de seres extintos en «Parque Jurásico» (1993), basándose en la novela de Michael Crichton. Un Tyrannosaurus Rex que provocó pesadillas a montones de niños por lo logrado que estaba. Despiadado por lo natural. Acojonante por lo realista.

Tyrannosaurus Rex. El rey de los lagartos, un tirano. Literalmente. Una criatura del Cretácico tardío como un autobús urbano dimensionalmente hablando, que seguramente reconozcas con sólo ver la silueta de su esqueleto… porque de eso ya se encargó el equipo de marketing de la película, colocando su figura en el logo del parque de Isla Nublar. Con un cráneo de más de 1 m. de longitud y 1 tonelada de peso (hace apenas un mes que se ha descubierto uno en Montana) necesitaba una cola pesada que lo mantuviera equilibrado. El T-Rex es uno de los dinosaurios más estudiados porque a pesar de existir alrededor de 30 especímenes, sus primeros hallazgos se remontan a la Norteamérica de finales del siglo XIX. Sin quórum sobre su naturaleza, la mayoría da por hecho que era un consumado depredador, mientras el resto piensa que en realidad era un carroñero. Sea lo que fuere, lo que está claro es que la potencia de su mandíbula y los afilados dientes curvos de unos 20 cm. que la poblaban no tendrían problemas para desgarrar la carne de cualquiera que fuera su condición: caza o carroña. Las dudas sobre ello vienen dadas por las características biomecánicas. Se considera difícil que pudiera alcanzar los 20 km/h, y muchas de sus potenciales presas se le escaparían. 

Hace no mucho me preguntaron, en una conversación sobre la vida en Próxima-b, a ver cómo habían desaparecido los dinosaurios, porque lo del meteorito era poco creíble. Básicamente le expliqué que era poco creíble si estás acostumbrado a ver en el cine glaciaciones que se desarrollan en 48 horas, detecciones de asteroides que impactarán sobre la Tierra en menos de un mes, o recreaciones por ordenador que aceleran el time-lapse para transmitir todo lo que se quiere contar en apenas 5 minutos. Si explicas el tiempo que pasó hasta que el oxígeno respirable dejó de serlo, ya la cosa cambia. Normalmente, cualquier proceso en relación con cambios REALMENTE significativos a escala global lleva tiempo. Mucho tiempo. Nada en geología es de la noche a la mañana. Incluso los terremotos o tsunamis, que sorprenden en un abrir y cerrar de ojos, tendrán su componente de patrón. Lamentablemente, digo «tendrán» porque los científicos siguen buscando la manera de predecirlos ya que de ello dependen muchas vidas. Demasiadas. El último serio, en Amatrice (Italia). 

De la misma manera que ese tiempo es necesario para la sucesión de eventos de tanta trascendencia, las agencias espaciales han aprendido a identificar el tiempo que requieren misiones cada vez más ambiciosas. Ser conscientes de la tecnología de la que disponemos hoy. Planificar en base a ello, y no en función de lo que vaya a llegar, pero sin dejar de trabajar para progresar. Fruto de ese formato de planificación, nacieron misiones realmente apasionantes en las que al llegar su día D los responsables sueñan con un “jo, si hubiéramos tenido para esa sonda las cámaras de las que disponemos hoy…”. Hablando de realidades, hechos consumados, misiones como la New Horizons que nos enseñó -y nos sigue enseñando- Plutón y Caronte, la Rosetta que llegó a posarse en un cometa a 400 millones de kilómetros, o la propia carrera espacial son ejemplos de que con tiempo y esfuerzo todo llega… por no hablar del megaproyecto de enviar una misión tripulada a Marte. Veremos. De momento, la semana pasada éramos muchos los que estábamos por streaming en la web de la NASA para ver cómo se enviaba desde Cabo Cañaveral una más para añadir a ese saco: OSIRISRex. 

Una vez más, los implicados se estrujan los sesos para conseguir dar un nombre reconocible a una sonda y hacerla así más “apetecible” para el disfrute e interés del público en general. En esta ocasión, acrónimo de Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer. A pesar de lo conceptual del nombre, es fácilmente explicable. El quid de la cuestión es Bennu, un asteroide potencialmente peligroso para la Tierra (hablamos del siglo XXII) al que en el Imperio Nuevo de Egipto se representaba en la forma de una garza, con una corona Atef y dos alas a sus lados. De ahí que la designación de la sonda «haya tenido que ser» enfocada a Egipto. 

La sonda va a hacer que, si no eres habitual de las misiones espaciales futuras, te parezca digno de una película de tantas que hay en la historia del cine de ciencia-ficción. OSIRIS-REx se acercará al asteroide, gracias a una asistencia gravitatoria de la Tierra para ganar velocidad y ahorrar tiempo que tendrá lugar en septiembre de 2.017, utilizará sus motores -y después sus frenos- allá por agosto de 2.018, y después de cartografiar el asteroide, en julio de 2.020 desplegará su brazo robótico hasta contactar con su superficie, y durante no más de 5 segundos (!!!) vertirá un chorro de nitrógeno que hará levantarse polvo, de manera que un filtro lo recoja, analice y guarde para que posteriormente sea enviado a la Tierra de vuelta. Están previstos hasta tres intentos, y también se espera que la cantidad recogida sea entre 60 gramos y 2 kilos. Si lo que acabas de leer te parece difícil, te sorprenderá saber que los japoneses ya lo han hecho con su sonda Hayabusa. Aunque la cantidad de material recogida y su destino no hayan sido los mismos, conceptualmente se puede decir que es el mismo método. De Osiris no me extenderé en esta entrada, pero no hace falta hablar de la importancia que tuvo como divinidad dentro de la sociedad egipcia. Junto con su mujer Isis y su hijo Horus.   

La OSIRIS-REx despegó el 8 de septiembre de 2016 y no tendremos algo físicamente tangible de vuelta hasta septiembre de 2023. Ahí es nada. A ver si al menos trae 60 gramos. Una nueva misión de larga duración, con un objetivo ciertamente ambicioso, gracias al cuál estaremos pendientes de lo que pase «ahí fuera». Como si necesitáramos mucho… jeje

Tengo la sensación de que ni el mismísimo equipo de marketing de Parque Jurásico lo podría hacer mejor, al igual que también creo que los objetivos de las misiones espaciales se parecen cada vez más a las producciones de Spielberg.

Hablé también de la misión OSIRIS-ReX en esta otra entrada.

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