La Prima Donna Carolina Herschel

Los hermanos Herschel formaron un formidable equipo de trabajo.
Estamos en la Europa de mediados del siglo XVIII, con la Revolución Francesa en ciernes, Thomas Wright sugiriendo que la Vía Láctea es un complejo sistema de estrellas con forma de espiral donde se encuentra el sistema solar, Benjamin Franklin inventando el pararrayos y los reyes de España y Portugal repartiéndose América del Sur.
Caroline nace en Alemania en 1.750, al amparo de una familia acomodada pero estricta en las costumbres de la época, al menos por parte de su madre. Como si una madre machista fuera poco, la buena de Caroline padece durante su infancia los efectos de la viruela y el tifus, a  consecuencia de las cuáles quedará marcada físicamente de por vida. Su crecimiento no es el que debiera, y la cara guardará para siempre las cicatrices. Escudándose en su aspecto físico y su mente retrograda, la madre apuesta porque nunca se unirá en matrimonio y le confiere como únicas capacidades para poder ser ama de casa las de leer y escribir, algo que enseña a su hermana también. Su padre, militar y músico, no lo cree así y trata de inculcarle los valores de la Ciencia en la medida de lo posible.
Cuando tiene 12 años, la muerte del padre, único soporte moral, quien le enseñaba música e introducía en la observación del cielo la obliga a prestar dedicación exclusiva al cuidado de sus hermanos (por orden de su madre, claro). Tiene que pasar una década para que su hermano William -del que posteriormente hablaremos- convenza a su madre de que la muchacha vaya a Inglaterra a vivir con él a Inglaterra, donde su carrera musical como director de orquesta le permite ciertas bondades. Así, Caroline llega al Reino Unido para servir a su hermano, pero con ciertas libertades impensables de haber continuado en Hannover retoma su romance con la música, destacando como soprano.
La convivencia entre ambos hermanos es buena. William comienza por aquel entonces a dedicar cada vez más tiempo a la astronomía y el poco tiempo que le sobra lo emplea enseñando inglés a su hermana. Ella, paulatinamente, recordando las indicaciones que en su día le mostró su padre, comienza a interesarse por la astronomía, las matemáticas, el álgebra… Conceptos todos impartidos por su hermano. Así, en tándem, van gestando una de esas historias fraternales que permiten avanzar a pasos agigantados.
Jorge III de Inglaterra 
El salto cualitativo llega en el año 1.781. Tras estar una temporada observando el movimiento de un cuerpo celeste, William no acaba de ver en su telescopio la cola de lo que pensó durante mucho tiempo que era un cometa, por lo que concluye que se encuentran ante un nuevo planeta. La comunidad astronómica decide darle el honor de bautizarlo y después de alguna que otra reflexión filosófica argumenta que “la estrella de Jorge” era un nombre digno para honrar a su -actual- rey Jorge III. El rey le nombró Astrónomo Real con un salario de 200 libras al año. Ha descubierto Urano. Ese impulso es suficiente para que ambos abandonen sus carreras musicales y se dediquen por completo a la astronomía. Así, ella colabora en la construcción de los telescopios con su hermano, la planificación de observaciones, cálculos de estrellas de referencia, etc… mientras él realiza sus publicaciones (con los datos que ella detalla minuciosamente). Entre los dos descubren miles de cúmulos de estrellas, y el 1 de agosto de 1.786 Caroline descubre lo que bautizan como “el cometa femenino”. Ese es el primero de ocho, y también le sirve para recibir una asignación de 50 libras anuales con el consiguiente reconocimiento científico y la posibilidad de cierta independencia. Dicho esto, podríamos decir que es una de las primeras, si no la primera, mujer que cobra algún tipo de emolumento por su labor científica. Su lista de descubrimientos sigue creciendo con galaxias, cúmulos y nebulosas; y, por supuesto, la de reconocimientos: condecoraciones, menciones honoríficas (por veto a las mujeres, todavía), o la medalla de oro de la Royal Astronomical Society (hasta 1.996 no sería concedida a otra mujer).
Caroline fallece a los 97 años, en su Alemania natal donde ha vuelto tras la muerte de su hermano. Hoy, tras demostrar al mundo de lo que era capaz, un cráter en la Luna lleva el nombre de la Prima Donna Astrónoma profesional y el asteroide Lucretia lleva su segundo nombre.
Esta entrada es la que, después de recibir tan sólo un 2% de los votos en una encuesta twittera, me he visto en la obligación de hacer. Las otras tres opciones sobre quién era mi #WomenInSTEM eran Rosalind Franklin, Marie Curie e Hipatia (sobre la que he publicado “La conCiencia femenina”). Por eso, porque realmente la gente -en general- no sabe quién fue Caroline Lucretia Herschel, me he decidido a escribir esto.

Entrada relacionada: Urano, il castrato.

Fuente: A hombros de gigantes (RTVE).

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