Hay que ver cómo pasa el tiempo. Tras una trepidante transición de año recién despedida con el sobrevuelo de la sonda New Horizons a Ultima Thule (enfocado a su siguiente objetivo) y con China poniendo seres vivos en la cara oculta de la Luna (donde incluso una de las semillas que enviaron brotó), ha pasado ya un año desde que Space X consiguiera -después de varias cancelaciones- probar su Falcon Heavy después de una serie de retrasos que tuvieron en vilo a todos los espacio-trastornados del mundo. Starman volaba rumbo a Marte.
El Falcon Heavy es un cohete espacial lejos de ser conocido por tener tres propulsores de primera etapa en lugar de uno único (Falcon 9) que suele poner en órbita los satélites y las cargas para la ISS, que ya hemos normalizado que cuando se separa a decenas de kilómetros de altitud vuelve y aterriza en suelo firme o, ojo, en una barcaza en medio del océano. Si te dicen esto en 2010 pensarías que estaban locos. Por si eso fuera poco, Elon Musk decidió probarlo utilizando como carga útil necesaria su Tesla rojo descapotable personal, “conducido” por un maniquí vestido de astronauta mientras sonaba a todo trapo el clásico “Starman” de David Bowie… para el que los ingenieros habían programado un viaje a orbitar Marte. Nadie pensaba que todo eso saldría bien. Que algo fallaría. Pero no. Salió todo a la perfección y hoy, un año después, Starman viaja rumbo al planeta rojo en un descapotable a miles de kilómetros por hora hasta ser atrapado por la gravedad marciana. Claro, mientras todo eso pasaba, y como ya he comentado, dos de las tres primeras etapas del “bicho” volvían y aterrizaban … ¡simultáneamente! Ciencia-ficción en la vida real.
Aquello ocurrió el 6 de febrero pasado. Avanzamos exponencialmente como especie, para lo bueno y para lo malo. La propia existencia nos complica la vida con retos; menos mal que las capacidades de los que vienen están cada vez más desarrolladas ex-profeso para superarlos… pero siempre-siempre-siempre apoyándose en lo que otros y otras fueron descubriendo experimentando o por puro azar, registrando todo cuanto podían y haciendo honor al método científico que tantos éxitos ha dado a los homínidos desde el principio de sus tiempos sobre la Tierra. Una retroalimentación que genera progreso, gracias a la cual podemos disfrutar de hitos fascinantes hechos realidad como haber pisado la Luna o estar pensando en pisar Marte.
A nivel astronómico sabemos también mucho más sobre planetas a millones de años-luz con condiciones de habitabilidad -tal como la conocemos-, exploramos lo que ocurrió hace miles de millones de años gracias a la detección de ondas gravitacionales, estudiamos cuerpos más allá de Plutón y tomamos muestras de asteroides para traerlas a casa y analizarlas, etc, etc, etc…
Todo ello en una confluencia de disciplinas que enamora a los que en ellas trabajan y que, bien contada, atrapa a los que no las dominamos. Visto desde un prisma de diversidad cultural científica enormemente satisfactorio y alentador, a pesar de los pesares… porque, no nos engañemos, los recortes en ciencia impactan en los laboratorios como los meteoritos: sólo si te tocan sabes que han pasado, y son sorprendentes (o no). Y por eso lo que realmente debemos transmitir es que sin ciencia no hay futuro, que necesitamos muchos actos ciencia-ficciónicos para que nuestras imaginaciones vuelen y sigan existiendo personas que deseen navegar entre lo cuántico y lo inconcebiblemente grande.
Por todas esas cosas nos preguntamos «¿no es maravillosa la ciencia?». Ya lo digo yo: sí, es maravillosa.
En el blog puedes encontrar entradas sobre casi todos esos temas que he ido enumerando a lo largo de este post.